Thursday, September 11, 2008

karicia, puta a los 14 /capítulo 3/

Karicia, puta a los 14 /capítulo 3/ Sigue la noche...


La noche sigue su curso, incluso para Karicia, que continúa con ese viejo panzón, en lo único que piensa a pesar del asco y la repugnancia que siente es en el dinero, maldito dinero, aquel extraño hombre se empieza a quitar la ropa, deja ver su asquerosa pansa, llena de vellos blancos, sonríe maliciosamente y se contonea como un gallo.

Karicia, con la timidez de siempre, se va quitando poco a poco, lo escaso que la cubre, se recuesta en la cama, que cruje como si fuese el fin, la rutina de siempre, divagar en otras cosas, mientras el señor se va poniendo el preservativo de rigor, por esta vez no lo tiene que convencer, él sólito esta seguro de usarlo por seguridad, nunca se sabe con quien estuvo la nena, y es mejor no correr riesgo de dejarla embarazada.

Pero hay un pequeño problema que hace que ella se siente en la cama, a él no se le pone erecta, será el frío, la ansiedad, los nervios, pero no se ve por donde, algunas técnicas para hacer que levante, lo que ve Karicia es que por tardarse más se cobra más y le dice con toda calma -con 100 pesos más, nos tardamos otro ratito, al momento que pone su mano fría en el miembro para que la magia surta efecto.

Pasan 6 minutos, por fin al don le vino la erección, aprovechando el momento, ella se pone en la posición normal /la del misionero/ y él la penetra rápido, con el temor de no poder aguantar, se le suma otro problema con el viejo, en lugar de eyaculación precoz sufre de una especie de impotencia, por lo que los casi 25 minutos que duran, son eternos, ni modo, esta gozando el degenerado, que decide pagar cien más y así poder llevar a feliz termino su hazaña.

Los pechos pequeños se ven friccionados por manos grandes, toscas, bruscas, las piernitas aplastadas por esos muslos peludos, el señor esta tan emocionado que embate con fuerza, mientras la nena casi llora, un tanto de placer pero más de dolor.

Él por fin acaba, es como un submarino que colapsa en el fondo del mar, ella tiene que esperar a que salga, tiene la cara de frustración, mientras el don la alegría de un buen revolcón, le paga los 400 pesos que le encienden el rostro.

Le dice que la dejará como una cuadra antes, ni modo, a caminar esa cuadra, con la satisfacción de tener cuatrocientos pesos en el bolso y a ver si la noche pinta para mejor.

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