Y bien... en las largas noches de frío,
una compañía y un tasa de café.
Aquí dónde los sueños,
sin dueños,
florecen.
En esquinas de absurdos
y locos azules,
delirios de grandeza,
en ascensores que suben
y bajan del inframundo,
arrojado al vació,
aún con el tic tac
del reloj
del amor.
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