para entonces habré muerto.
Reconocer en los gritos
de asquerosa la muerte misma
sin decir que es nada precisamente,
y aún con las pesadillas que me traen
mareado con soñolienta parsimonia
no queda nada mas que expresar.
Silencio,
teclas,
silencio,
teclas,
silencio,
teclas.
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